Evangelio de hoy 26 de enero. Jueves de la 3° semana del tiempo ordinario

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (16,15-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.»

Palabra del Señor

Reflexión

Jesús en este pasaje nos da dos enseñanzas, la primera sobre nuestro ser cristiano, el cual debe notarse y la segunda, sobre la caridad y el respeto a los demás. La primera es la base para la segunda.

Somos una luz encendida por Cristo. Creer en Cristo es aceptar en nosotros su luz y comunicar con nuestras palabras y obras esa luz a una humanidad que sin Él, anda a oscuras.

Somos una luz puesta en lugar visible que descubre: injusticias, corrupción… Nuestra luminosa vida de cristianos debe denunciarlas.

Somos una luz que sirve a otros en la solidaridad con los pobres, las luchas por la liberación, el cuidado de los más débiles: niños, enfermos, ancianos; en la ternura y fidelidad de los esposos

Haz brillar la luz de la verdad: Si tienes, esperanza, solidaridad, capacidad de compartir, sentido comunitario, anhelo de justicia y paz, misericordia, capacidad de perdonar, Dios te dará todo eso con creces.

No basta ser bautizados, dentro de nosotros se esconde un misterio que tiene que manifestarse a los demás. Dios ha puesto su Espíritu Santo y su Palabra, en cada uno de nosotros, como una luz que no puede quedarse sólo en nuestro corazón, sino que ha de ser conocida y amada por toda la humanidad. En la medida que dejemos que el Espíritu dirija nuestra vida y hablemos de Jesús a los que nos rodean, en esa medida la luz brilla y el reino de los cielos va siendo una realidad.

No tengamos miedo de dejar que Jesús y la vida en el Espíritu se transparenten en nosotros. Somos el instrumento por el cual el mundo conocerá de una manera más clara a Dios. ¿Es tu vida un reflejo de la vida del Espíritu?

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